miércoles, 4 de julio de 2012

Energía: si hay gestión, se nota lo contrario

3 JUL 2012 00:43h-Clarin

EN FOCO
PorALCADIO OÑA
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La recuperación del autoabastecimiento energético, perdido durante la era K, fue una de las banderas que el Gobierno levantó cuando decidió expropiar el 51 % de YPF. Cualquier especialista sabe que se trata de un objetivo imposible de alcanzar a corto plazo, pero el discurso oficial empieza a patinar si la meta tiende a correrse en lugar de ir aproximándose . Eso es, justamente, lo que revelan tanto estadísticas privadas como oficiales.

En mayo, la importación de gas boliviano fue récord y creció nada menos que 53 %respecto del mismo mes del año pasado. Y la de gas licuado, que llega en barcos para ser convertido en gas natural, aumentó 40 % . Previsible: nada cambió o, al contrario, el panorama pinta para peor.

El resultado también puede ser puesto en dólares, el punto que hoy más le duele a un gobierno escaso de divisas. Según el INDEC, en mayo las compras de gas y combustibles alcanzaron a US$ 1.323 millones, con una suba del 39 %. Y acumularon US$ 3.520 millones en los primeros cinco meses.

Así, luce bien probable que este año las importaciones superen los US$ 9.397 millones de 2011, el número que había alarmado a Cristina Kirchner y sirvió de argumento para la reestatización parcial de YPF. También en ascenso, el déficit comercial energético puede dejar chicos a los US$ 2.931 millones de 2011.

Recuperar el autoabastecimiento implica, necesariamente, remontar las causas del actual escenario. Algunos datos, centrales y ya estructurales , cantan: La producción de petróleo viene en caída libre desde 1998. Y si se mide 2011 contra 2003, salta un retroceso del 23 %.

Algo similar sucede con la de gas, a partir de 2004. El contraste 2011–2003 arroja una retracción del 11 %.

Un punto clave del proceso son las reservas comprobadas, porque garantizan producción futura y alivio a la economía . Comparadas con 2010, la última referencia oficial disponible, en petróleo muestran un repliegue del 16 % y un impresionante bajón del 42 % en gas.

Como consecuencia del muy escaso desarrollo de las fuentes alternativas, la Argentina es un país altamente dependiente de los hidrocarburos. Tanto que entre gas y petróleo representan 90 % de la matriz energética, casi el mismo porcentaje que había en el año 2000 . Y por falta de inversiones suficientes y de producción propia, cada vez resulta mayor el grado de subordinación respecto de los insumos que llegan del exterior.

Aunque tanta cifra junta abrume, el combo sirve para explicar por qué entre 2003 y 2011 las compras de gas y combustibles se han multiplicado por diez .

Es obvio que las comparaciones son intencionadas, pues los años elegidos corresponden al período kirchnerista. Y si eso cantan los resultados fue porque no se acertó con las políticas: todo aquello que debió subir , para acompañar el avance económico, cayó a pleno .

También surge evidente que nadie previó la encerrona, que se la negó o pretendió taparla con parches, aunque más de un especialista predijo el desenlace hace tiempo. Y de poco vale que ahora el viceministro de Economía, Axel Kicillof, meta mano en el sector y descargue sobre Julio De Vido las responsabilidades de una crisis anunciada, como si ambos fuesen parte de gobiernos diferentes .

La expropiación parcial de YPF no resolverá, por si misma, la montaña de desajustes acumulados. Entre otras cosas, porque su participación en la producción de petróleo se contrajo al 34 % y apenas alcanza al 23 % en gas: pasarle todo a la cuenta de Repsol y del grupo Eskenazi, dos ex aliados, suena a recurso tardío si no a pura escapatoria. El deterioro ocurrió a la vista del kirchnerismo y si hubo culpas por lo menos fueron compartidas .

El gas licuado es la última estrella del firmamento energético, por el volumen importado y porque sale carísimo. Y aquello que en 2008 era considerado una salida transitoria hoy es un factor instalado definitivamente: ese año llegaron 5 buques con cargamento; en 2012 arribarían 80 y alrededor de 120 en 2013.

No hay manera, entonces, de presentar a la política energética como un modelo de gestión y administración exitoso; mucho menos si se la evalúa por los costos .

Otras manifestaciones de imprevisión oficial son el cierre de importaciones y el férreo cerco montado alrededor del dólar, respuestas de apuro ante la escasez de divisas. También se dejó correr un proceso inflacionario que en el trayecto comía tajadas del tipo de cambio real. Hay más de lo mismo en el planeta K, como la insostenible carga de los subsidios indiscriminados y el rojo ya inocultable de las cuentas fiscales.

Así, el Gobierno anda a la búsqueda de inversores para YPF, que le plantean condiciones políticamente insoportables. Y hasta puede suceder que el enfriamiento de la economía le dé una mano con la enorme factura energética.

El tiempo pasa. Y pesa en grande, cuando problemas que pudieron haber sido resueltos terminan en cuellos de botella imposibles de transferir o de achacar al mundo que se nos vino abajo .

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