lunes, 11 de febrero de 2013

Energía más segura pero menos sustentable

POR DANIEL MONTAMAT. EX SECRETARIO DE ENERGIA. AUTOR DEL LIBRO “LA ALTERNATIVA: BASES DEL NUEVO PROGRESISMO”

Detrás del auge del carbón mineral priman razones de seguridad energética, ya que este recurso está exento de las tensiones que rodean al petróleo y el gas natural y resulta más barato. Sin embargo, por ser altamente contaminante, privilegiar su utilización agrava el cambio climático.

Ilustración: Por Horacio Cardo.

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11/02/13 - 02:51-Clarin

Por ideología y por valores el mundo global está varado en el presente. El cortoplacismo borró de la agenda internacional el desarrollo sustentable. Con liderazgos incapaces de establecer transacciones entre las urgencias del presente y las necesidades de un futuro posible, la obsesión por la “seguridad energética” se ha vuelto un objetivo excluyente.

Las consecuencias de esa miopía ya están a la vista: el cambio climático empieza a fijar su propia hoja de ruta. Cuando uno analiza la evolución de la matriz de energía primaria en el mundo del siglo XXI, la gran sorpresa no la da la irrupción del shale gas a partir de su desarrollo en Estados Unidos, sino el carbón, la fuente fósil de mayor crecimiento pese a ser la más contaminante.

En la última década la producción de electricidad del mundo se duplicó, y las dos terceras partes de esa nueva generación la aportó el carbón mineral. Si se mantuvieran las tasas de crecimiento relativo de los últimos años, el carbón mineral podría volver a transformarse –lo fue hasta mediados del siglo pasado- en la próxima década en la fuente más importante de energía primaria, desplazando al petróleo.

Detrás del auge del carbón mineral priman razones de seguridad energética. El carbón es sucio y contaminante, pero su geopolítica está exenta de las tensiones que rodean al petróleo y al gas natural. Su manipuleo y logística permiten contar con un mercado mundial y un precio de referencia internacional (el gas natural todavía no lo tiene) que facilita las transacciones.

China ha triplicado en los últimos años la demanda de carbón. Su industria carbonífera produce en toneladas equivalente más cantidad de energía primaria que todo el petróleo que se produce en Medio Oriente. El gas no convencional está sustituyendo carbón en la generación eléctrica de Estados Unidos, pero el carbón americano excedente ha encontrado un nuevo mercado en Europa.

Algunos analistas señalan que la “era dorada del gas en Estados Unidos se ha transformado en la era dorada del carbón en Europa”. La cantidad de electrones generados por carbón en Europa está creciendo en algunos países a tasas anualizadas de casi el 50%. El carbón americano permite a los europeos reducir la dependencia del gas ruso (más caro) y, entre otras ironías del aquí y el ahora, facilita la inserción de las energías renovables que muchos generadores eléctricos están obligados a despachar con preferencia a las fuentes convencionales en las horas de demanda pico.

El carbón también cubrió la mayor parte del déficit de generación provocado por la “pausa nuclear” que se ha impuesto Japón y algunos países europeos después de Fukushima, con Alemania a la cabeza. El año pasado el carbón mineral desplazó al gas natural como fuente dominante de generación eléctrica en Gran Bretaña.

Con estos ejemplos en países que presumían de tener estrategias y políticas de largo plazo en energía y medio ambiente; los países emergentes también han decidido privilegiar la energía segura que resulte más barata. Es serio, porque si bien no son responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero acumuladas del pasado, serán los principales responsables de las emisiones que sobrevendrán.

Mientras tanto, las emisiones siguen creciendo con prisa y sin pausa. Desde la cumbre de Río en 1992 hasta la realizada el año pasado las emisiones crecieron de 356 ppm (partes por millón) a 392 ppm. Llegaremos a las 450 planteadas como límite mucho antes de lo previsto, con lo cual el objetivo que la temperatura media del planeta no aumente más de 2º centígrados respecto a los valores anteriores a la revolución industrial se vuelve una quimera. El último reporte del Banco Mundial sobre cambio climático advierte que vamos rumbo a un escenario traumático con 4º centígrados de aumento de la temperatura media para fines de siglo.

Las consecuencias están a la vista hoy: desaparecen glaciares, se derriten los hielos en Groenlandia y en la Antártida, aumenta el nivel de las aguas y se multiplican las catástrofes climáticas. Pero ya no se negocian compromisos vinculantes para reducir las emisiones, ni se plantean medidas alternativas para internalizar los costos ambientales de la energía fósil. Los programas para “desenergizar la economía” (reducir la tasa de intensidad energética) y “descarbonizar la energía” sucumbieron a las urgencias cortoplacistas.

Seguridad energética no implica sustentabilidad energética. En cambio, la energía sustentable es también energía segura, en el presente y en el futuro. Segura porque diversifica las fuentes de provisión, y segura porque preserva el medio ambiente para esta generación y para las que vienen.

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