domingo, 19 de enero de 2014

Con una térmica que superó los 42 grados, la Ciudad quedó vacía

Los porteños se refugiaron del calor en los shoppings. Y los parques estuvieron desiertos.

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Ni un alma. En los bosques de Palermo, ayer a la tarde, nadie se atrevió a tomar sol. FERNANDO DE LA ORDEN

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19/01/14-Clarin

El shopping, abarrotado como en Navidad. El parque, desierto como en una noche helada de julio. La atípica postal para una tarde de sábado de enero se replicó en distintas zonas de la Ciudad de Buenos Aires, que ayer volvió a sufrir otra jornada de temperaturas sofocantes.

Con una máxima de 38 grados y una térmica que a las 15 trepó hasta los 42,3, la gente buscó refugio en lugares con aire acondicionado. El Servicio Meteorológico Nacional extendió el alerta naranja y anunció lluvias para hoy. A pesar de los chaparrones, las altas temperaturas se mantendrían y algo de alivio recién llegaría el martes, para cuando se esperan 24 de mínima y 30 de máxima.

En los alrededores del Parque Centenario, ayer a la tarde, la calma sólo era interrumpida por el ruido de los aires acondicionado y su goteo constante. Adentro todo estaba desierto. La feria que arranca sobre Angel Gallardo parecía más un picnic de puesteros que un paseo de compras al aire libre. Hablaban entre ellos, tomando mate, y algunos se refrescaban con botellas congeladas sobre el cuello. Vender: poco y nada. Es que nadie se atrevía a caminar bajo los toldos verdes que hervían a los rayos del sol.

“Hay que estar loco para andar por la calle. No atendí ni a cinco personas. En un sábado normal de verano viene el triple de gente”, aseguró Vicente, que vende DVD. “Le habré vendido a 40 personas en toda la tarde. Con menos temperatura serían por lo menos 300”, contó Fernando, parado al costado de su conservadora de helados. Gabriel, fue más directo: “Esto es un horno, me quema hasta la silla y no vendo una cartera”.

Los juegos para chicos estaban vacíos y solo un puñado de mayores se animó a tomar sol. “No tengo aire en casa, así que para sufrir al menos me quemo un poco”, dijo Laura con la piel brillante de aceite bronceador.

En Puerto Madero los “runners” faltaron. Sólo paseaban pegados al río algunos turistas. Los bosques de Palermo estuvieron casi desiertos. Y los pocos que se atrevieron se quedaron bajo los árboles.

En el Shopping Abasto se vio el contraste. El patio de comidas estaba repleto. Por los pasillos caminaban familias, parejas y adolescentes. Casi ninguno iba con bolsas. Pero todos aprovechaban el aire acondicionado. Algunos eligieron caminar con un helado. Otros con un café frío.

“No vinimos a comprar, pero acá esta muy fresco y está bien para pasear”, afirmó Julia, que llegó hace una semana de Villa Gesell y escapaba del calor junto con un grupo de amigas.

Mientras, en la calle el termómetro seguía apretando. Abrir la puerta del shopping era como abrir la puerta del horno. Y nadie quería cocinarse al sol.

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